Mi opción para las próximas elecciones presidenciales (Chile Diciembre 2009)


En respuesta a algunos comentarios a esta frase que publiqué en Facebook:

“Ya tomé mi decisión para las elecciones, lo pude hacer cuando dejé la lógica del mal menor y pensé en lo mejor para chile hoy”

Realicé la siguiente nota:

1.    Es primera vez que recibo tantos comentarios de mi estado en Facebook.
2.    Durante la elección municipal dije en Facebook que admiraba la diversidad política de mis amigos.
3.    Mientras mantuve la lógica del mal menor, el pesimismo dominaba mi visión de futuro.
4.    El bien común como todo concepto ético se mueve en el campo de lo utópico (no como irrealizable, sino como horizonte permanente o reserva escatológica) por un lado y por otro en la urgencia de historia (razón práctica, emergencia social, compromiso, etc.)
5.    Por eso pretender la opción perfecta es engañoso e inmovilizador.
6.    Algunos argumentos en concreto:
a.    En Chile hay suficientes consensos en cuanto a lo macro, y suficiente estabilidad política para que no sea dramático un cambio de coalición en el gobierno.
b.    Uno de los males más graves de la actual administración es el clientelismo político que no puede ser erradicado ni por la Concertación ni por sus descolgados que son deudores de las mismas redes partidarias. Evidentemente cualquier coalición en el poder tiene el riesgo de tejer las mismas redes al interior de la administración del Estado, por ello la alternancia fortalece la democracia.
c.    Mi voto por Sebastián Piñera es un voto positivo en cuanto confío en que el cambio de gobierno le hará bien al país, mejorará la eficiencia del estado, la calidad de los servicios y el emprendimiento privado de sectores emergentes de la sociedad, entre otras cosas porque es muy improbable dormirse en los laureles antes de obtenerlos. Además favorecerá a los demás sectores políticos que se verán obligados a renovar sus liderazgos y a replantear sus propuestas a la ciudadanía.
d.    La coalición política que él representa ha realizado un papel más que respetable durante la democracia, baste recordar que cuando por primera vez la concertación tuvo mayoría suficiente en el parlamento siguió sin tener los votos necesarios (por desorden interno) que vinieron siempre de la oposición. Además hay un amplio sector civil que lo apoya, especialmente del mundo técnico con gran capacidad de relaciones que superan las ópticas partidarias lo que favorecerá no sólo el surgimiento de nuevas y mejores propuestas concretas, sino la adhesión, discusión y aporte de sectores más amplios.
7.    Estos son mis argumentos, sin duda que como todo lo gobernado por la razón práctica son provisionales, y asumo el riesgo de tomar la decisión en consecuencia, con respeto a quienes toman otras opciones, y con voluntad de colaboración crítica con todos.

4 comentarios en “Mi opción para las próximas elecciones presidenciales (Chile Diciembre 2009)

  1. ¡Que maravilla ser libre y dejar las ataduras y temores que nos agarran a no declarar nuestras opciones políticas!

    Notable análisis, ojalá todos nos detuvieramos a reflexionar para decidir nuestros votos. Seguiré tu camino en mi blog.

    Saludos,

    Jaime

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    1. Gracias jaime,

      Mi formación filosófica y mi visión de mundo me alejan del pensamiento dialéctico y me hacen más cercano a buscar el diálogo y las convergencias.

      Oscar

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  2. Respetable posición, respetables argumentos. Sin embargo, cabe hacerse la pregunta acerca de en qué estriba la concepción del «mal menor», esto en términos de la utilización meramente práctica y «útil» del voto en tanto que elemento que propende o deriva en un resultado concreto. Entramos al tema de qué tan amplia son las alternativas presentes y, sobre todo, qué tanto lo son NUESTRAS alternativas. Desde tal óptica, el concepto de «mal menor» no sólo refiere a lo concretamente resultante sino, además, a lo posibilidad de un discurso que disiente desde la crítica subyacente. Vale la pena que, al menos una vez al día, nos preguntemos qué alternativas nos hemos dejado y reparar en que, al final del día, sigue presente aquella sentencia (y condena) de que «cada pueblo tiene el gobierno que se merece». Es triste, al menos desde mi perspectiva, es triste que lo que Chile se merezca sea sólo la alternancia entre matices para la administración de un mismo sistema —y su modelo neoliberal— que, para ser tal y mantenerse y reproducirse, precisa de la desigualdad social. Pretender igualdad social en un sistema cuya glándula de crecimiento es la desigualdad, es por lo menos pecar de ingenuos. Comprendo que evitar el «mal menor» signifique no relegar el valor del voto al mero testimonio aquiescente o crítico, pero, desde nuestros supuestos volátiles o pragmáticos, caemos en la vieja historia de soslayar lo que sucederá con los más pobres de este Chile. Pero, claro, en este país ya no existen «pobres», sino una vaga (cuán vaga y petulante) conceptualización, con visos de autoconvencimiento, devenida «clase media». En aras de evitar el «mal menor» optamos por condescender a la optimización de las condiciones que perpetúan el mal mayor: la desigualdad social profunda.

    ¿Contra quienes lucharán los transformadores sociales del futuro? Seguramente contra nuestros hijos, los hijos de quienes apostamos con tanta honestidad y convicción, en su día, por un futuro distinto, harto distinto de este «statu quo» frente al cual parecemos resignarnos, sin atrevernos a agotar, con mayor dignidad y menor pragmatismo, los últimos cartuchos de una mirada más cristiana, más utópica, más crítica, más empecinada en la necesaria capacidad de soñar de verdad. Recordemos que, querámoslo o no, mucho del horizonte abarcado por esa mirada es tomado por nuestros hijos. Siendo tan limitado el horizonte de sueño de nuestro mirar, no me queda más que prefigurar la casi certeza ya señalada: los transformadores sociales del futuro combatirán a nuestros hijos, su conservadurismo heredado, sus vestiduras rasgadas (que fueron en realidad la de sus padres, nosotros), su rebeldía discursiva degenerada en convención inocua, en fin, la falta de riesgo, la estabilidad otorgada por la no elección de los «males menores» más trascendentes y tranquilizadores frente al propio espejo.

    Un abrazo grande.

    K. Ramone

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